El proceso de envejecimiento está estrechamente asociado a
cierta pérdida de las capacidades visuales. A partir de los 40 años ya comienza
a perderse la elasticidad en las cornias, lo cual produce una creciente
dificultad para enfocar los estímulos. El resultado de esto es la pérdida
gradual de la capacidad para focalizar los objetos que se encuentran muy
cercanos o muy lejos, provocando la necesidad de usar lentes para ambas
correcciones.
La pupila sufre con los años una progresiva reducción de su
tamaño, hecho que determina que a la retina llegue cada vez menor cantidad de
luz y que se produzcan cambios en el lumbral de visión, así, las personas de
edad avanzada necesitan mayor iluminación para percibirla imagen de los objetos
y presentan más dificultades para adaptarse a los cambios de luz a oscuridad.
Con el envejecimiento se observa una mayor dificultad en la capacidad para
discriminar los colores la lente humana va adquiriendo un tono amarillento que
dificulta la percepción de los tonos azules, verdes y violetas.
En el transcurso de la vida el cristalino aumenta de tamaño,
grosor y pierda elasticidad, todo ellos reduce su transferencia. Esta opacidad
del cristalino, que es progresiva, produce las
cataratas de las personas ancianas y que hoy son fácilmente de solucionar.
Link: http://www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-00062010000100010&lng=es&nrm=iso3.&tlng=es
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